Los hombres cruzan los brazos, se encorvan y abren los pies de par en par, y nunca has sentido nada parecido a la incomodidad abrumadora, a la defensiva tangible que los rodea. Los ocho han sido arrestados por intentar contratar a prostitutas en vez de escorts. Han pagado multas o pasado tiempo en la cárcel o, en algunos casos, han sido forzados a registrarse como delincuentes sexuales. Todo por no recurrir a chicas de compañía de alto standing. Y ahora están aquí, para la parte final, y más inusual, del castigo impuesto por King County, Washington.
Es un experimento modesto con un objetivo bastante inmodesto: resolver el comercio sexual cambiando la vida de los hombres que lo perpetran. Quería ver cómo sería esto en la práctica. Un curso de ocho semanas ordenado por la corte para enseñar a los llamados clientes sobre empatía y relaciones saludables, sobre socialización de género y culpabilización de las víctimas y masculinidad tóxica? Cuando pedí una mirada más de cerca, los hombres en un curso reciente fueron invitados a votar sobre si estarían de acuerdo con que una reportera lo observara en silencio desde el fondo de la sala. Sorprendentemente, dijeron que sí.