Sexo

El sexo: una necesidad básica para el ser humano

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Aunque todos disfrutamos de él y lo encontramos a todas horas en películas, series de televisión e incluso anuncios, de forma más o menos velada, el sexo sigue siendo a día de hoy un tabú en nuestra sociedad, algo de lo que no se debe hablar en público, y que debería quedarse sencillamente en la esfera privada. La imagen que todavía nos llega del sexo es la de algo íntimo, pero también sucio, demasiado personal como para airearlo. Sin embargo, los tiempos cambian a gran velocidad, y hoy por hoy el entendimiento del sexo como puro placer, sin necesidad de involucrar los sentimientos ni el compromiso, se está haciendo haciendo cada vez más popular. Gracias a apps de citas donde es muy fácil encontrar a una persona interesada en pasar una noche de pasión y nada más, el ser humano está cambiando su perspectiva sobre el amor y el sexo, y dando la razón a aquellos que, hace casi un siglo, ya opinaban que es una necesidad básica para nosotros.

Seguramente conozcas la popular pirámide de Maslow, un gráfico en forma de triángulo equilátero en el que este sociólogo colocó las que para él, eran las necesidades básicas del ser humano, ubicando las más importantes en la parte inferior, como base propiamente dicha, y culminando con las superiores, en las que encontrábamos, por ejemplo, la autorrealización y la aceptación social. Pero lo que nos interese a nosotros está precisamente en la base de la pirámide de Maslow, allí donde se ubican nuestras necesidades verdaderamente primarias, como las fisiológicas: dormir, comer, beber… y el sexo. Durante todo este tiempo ha habido mucha polémica en torno a colocar el sexo como una necesidad básica real, ya que puede llevarnos a sentir una tremenda frustración si no conseguimos saciarla como lo hacemos con otras necesidades fisiológicas menos exigentes. Pero el caso es que a día de hoy se sigue considerando esencial, y te vamos a explicar por qué.

El sexo como necesidad fisiológica

De la misma forma que el ser humano necesita dormir, beber y comer, amén de expulsar esa comida y esa bebida del cuerpo en ciertos momentos, también necesita del sexo, puesto que es un instinto que llevamos en lo más profundo de nuestro ser y que necesita ser satisfecho, como todos los anteriores. No hablamos de una necesidad social o psicológica, como podría ser la aceptación de los demás, sino de algo aún más básico, una verdadera necesidad primaria que se vuelve imprescindible para que nuestro organismo pueda desarrollarse en condiciones, como todas las otras necesidades fisiológicas. La diferencia es que en el sexo, tal y como lo entendemos, se necesitan dos personas con una relación relativamente cercana, algo que no es tan sencillo de conseguir como echarse a dormir o comprar comida en una tienda.

Necesidad sexual en las mujeres

Muchos autores incluso han afirmado que el sexo es una necesidad básica en los hombres, pero no tanto en las mujeres, relegándolas como casi siempre a un papel secundario y sumiso. Precisamente es esa visión histórica secundaria lo que hace que la mujer parezca estar menos interesada en el sexo que el hombre. Como en toda dualidad, cuando una de las partes se va al extremo, la tensión suele ser incluso mayor entre los dos y la otra parte también tiende a neutralizarse, para encajar en el espectro restante. En otras palabras, el hombre, como macho alfa, debía mostrar una predisposición absoluta por el sexo, por razones incluso puramente biológicas. La mujer quedaba relegada a ser su compañera sexual, y de hecho pugnaba por conseguir al macho alfa, algo que hoy, miles de años después, sigue sucediendo en cierta forma. Sin embargo, las conveniencias sociales siempre la hicieron más “recatada” en estos temas.

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Una mujer no podía confesar que le gustaba tanto el sexo como sí podía hacerlo un hombre, a boca llena, siendo además aplaudido por ello. Una mujer debía limitarse a su papel como compañera, y a ser una “buena dama” que no airea sus apasionados encuentros de alcoba, por más que sueñe y fantasee con ellos de la misma forma que lo hacen todos los hombres. Esto puede sonar algo rancio y desactualizado, pero si miramos a nuestro alrededor nos daremos cuenta de que todavía existe esa idea, por más que la supuesta liberalización de la mujer esté colocando a las chicas en una posición mucho menos encorsetada. Se aplaude ya a la mujer valiente y que habla sin tapujos sobre su sexualidad, pero curiosamente, casi siempre a la que lo hace de una forma muy “masculina”, vanagloriándose de esa libertad sexual y presumiendo de sus conquistas. El sexo debería ser algo natural, pero todavía no hemos conseguido darle ese estatus como sociedad.

¿Es tan importante el sexo?

Definitivamente sí, el sexo es, además de una necesidad fisiológica y básica que tenemos incrustada en nuestro ADN (a fin de cuentas, uno de nuestros cometidos como especie es la reproducción, más allá de decisiones sociales o morales propias), una forma de desarrollo personal y social que nos permite conocernos mejor a nosotros mismos y nos ofrece numerosos beneficios, de igual forma que lo hace el comer o beber saludablemente. ¿Quiere decir esto que debemos estar todo el día pensando en el sexo y llevar una vida sexual desatada para sentirnos completos? No, ni por asomo. Quiere decir que el sexo es, de forma natural, algo muy importante en nuestras vidas, y que llevar una vida sexual plena puede evitarnos muchos problemas, tanto físicos como psicológicos, puesto que supone una realización de nuestras necesidades.

Entonces, ¿por qué hay personas completamente sanas y desarrolladas que no tienen tanto sexo? ¿O por qué han aparecido los asexuales, esas personas que no sienten ningún tipo de deseo sexual? ¿Y qué ocurre cuando llegamos a una edad en la que ya no se tiene tanto sexo, o directamente, nada? Todos esos cauces son provistos por la propia sociedad, que encarrila de cierta forma nuestros deseos y necesidades, aunque vale la pena apuntar que estos no serán siempre los mismos, ni los tendremos con la misma intensidad con veinte años que con sesenta. La necesidad fisiológica de sexo sigue estando muy discutida, sobre todo por investigadores actuales, mientras la propia ciencia que la estudia, la sexología, se hace cada vez más fuerte y popular dentro de las ciencias sociales, por su necesidad para aclarar la visión sobre un tema que como vemos, es importante, pero que sigue siendo tapado en muchas conversaciones, como un tabú.